lunes, 7 de diciembre de 2009




En el corazón de la sierra abulense, el pueblecito de San Juan del Olmo se denominaba Grajos hasta 1954; y, desde época medieval, Graxos. En su término municipal admiramos la necrópolis de La Coba y la Ermita de las Fuentes.



San Juan del Olmo, Grajos,
latido de la Sierra de Avila


Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN



En el corazón de la Sierra de Avila, que es precisamente el corazón de España, a 1.283 metros de altitud y a 43 kilómetros de la capital, se encuentra el pueblo de San Juan del Olmo. Hasta 1954 ostentaba el nombre de Grajos. Desde la época medieval se denominaba Graxos, una pequeña aldea perteneciente al cercano municipio de Manjabálago, del que se separó en el siglo XIV.
El cronista Pedro Carpintero ha realizado un excelente trabajo sobre la historia de este pueblecito serrano de apenas 170 habitantes dedicados en su mayor parte a la agricultura y a la ganadería. Conocer San Juan del Olmo es como descubrir un tesoro escondido en medio del campo. Las tradicionales casas de San Juan del Olmo se agrupan graciosamente en torno a su majestuosa iglesia de evocaciones catedralicias, cuya singular torre, del siglo XV, probablemente formaba parte del primitivo templo, del que también se conservan restos. La parroquia y su curato dependían en otros tiempos del Convento de la Encarnación de Avila, al que Grajos abastecía de productos agrícolas y avícolas. Santa Teresa, como superiora del Convento, ejerció entre 1571 y 1573 su derecho de patronato sobre la iglesia de Grajos.
Relata Pedro Carpintero que el primer testimonio escrito que se tiene del lugar de Graxos data de 1250. El nombre aparece en una relación de los pueblos del obispado de Avila. Tanto las tierras de Graxos como las adyacentes pertenecían en sus inicios al caballero asturiano Illán de Llanes. Al objeto de facilitar a sus criados la tarea de los desplazamientos, mandó el caballero construir en el lugar de los Graxos unas chozas para albergar en ellas tanto a los jornaleros como a los animales domésticos que labraban las tierras. Este conjunto de chozas se convirtió con el tiempo en aldea y posteriormente en pueblo y en Concejo, bajo la denominación de Graxos. Sus habitantes estuvieron en un tiempo bajo el Señorío de Behetría, a cuyo Señor, don Nuño de Guzmán, pagaban por el arriendo de las tierras. Como todos los Concejos de Avila, Graxos hubo de aportar, por decreto que los Reyes Católicos emitieron en 1482, harina y cebada como contribución a la guerra de Granada.
Ya en el siglo XVIII, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, Graxos tenía 313 habitantes, 111 casas y tres molinos harineros. Contaba el próspero pueblo con un cirujano, un escribano, cinco tejedores de lino, dos sastres, un zapatero, un herrero, dos arrieros y un organista y sacristán. La mayoría de sus habitantes se dedicaban, como hoy, a la agricultura y a la ganadería, de la que en tiempos se contabilizaron más de 4.000 reses.
El 15 de marzo de 1953 el Ayuntamiento de Grajos aprobó el cambio de nombre del pueblo, que en adelante se llamaría San Juan del Olmo, si bien en 1954 alguna de las actas municipales aún recogía el antiguo nombre de Grajos. Cerca del municipio se encuentra la necrópolis de La Coba, impresionante yacimiento, de los más importantes de la Península, que presenta extraños elementos pétreos y tumbas labradas en las rocas, de remota antigüedad.
Destaca en el término municipal, a unos 4,5 kilómetros de distancia, la Ermita de las Fuentes, reconstruída en 1669 sobre otra anterior. En su seno nace el rio Almar, afluente del Tormes, que vierte su caudal al Duero. La persona que visita por vez primera la Ermita de las Fuentes queda fascinada por su inesperada belleza y grandiosidad. Es una auténtica joya en medio del campo, entre cerros. Sorprende su majestuosidad. En su entrada, dos monumentales fontanas con sendas vírgenes sobre ellas atraen la atención del visitante. La ermita, que exhibe nada menos que cinco artísticos y suntuosos retablos, cuenta con una bellísima talla románica de Santa María Virgen, de finales del siglo XII. Se ubica la Ermita de las Fuentes en el epicentro del que una antigua y velada tradición da en llamar “gran triángulo sagrado” de la Península.
Imponente es la biblioteca de Grajos, que sorprende por su elevado nivel cultural. Y loable es la labor de la Asociación de Mujeres Castrejanas, que velan por las tradiciones locales. Quien no conoce San Juan del Olmo y la Ermita de las Fuentes, difícilmente puede sentir el auténtico latido de la Sierra de Avila, corazón de España.


SONETO A GRAXOS

Sobre el lecho dorado de la era,
tu soñar es nostalgia de amapola;
se abre el cerro detrás, suspiro de ola
que en su cuna mecerte bien quisiera.

Es tu sueño saeta que en la esfera
del reloj del Medievo gira sola;
del ayer resplandece tu aureola,
por doquier se derrama tu solera.

En tu seno la noche no es oscura
y tu encanto a los cielos enamora:
eres flor que no pierde su hermosura.

En las mágicas alas de la aurora,
¡quién tuviera -oh, Graxos- la ventura
de alcanzar tu regazo sin demora!


Jesús Antonio San Martín
Cronista Oficial de Torremolinos

1 comentario:

  1. Precioso empezar en este lugar, con otro tan entrañable como Grajos..

    Un beso

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