lunes, 29 de marzo de 2010


Maletas voladoras


Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN


Si usted viaja en avión, lo cual es hoy día una auténtica proeza, más que nada por la cantidad de controles de seguridad que hay que sortear, debe tener presente que también su maleta vuela. O se la vuelan. Como 25 millones de maletas se perdieron en el 2009 en los aeropuertos del planeta; es decir, más o menos, media maleta por habitante de España. Ya dirán ustedes qué hace un español, por ejemplo, en Melbourne, con solo media maleta; o peor, sin la maleta entera. Con todo, queda el consuelo de que las maletas extraviadas en los aeropuertos han sido ocho millones menos que las que se “volatizaron” el año anterior. Se ve que, con el billete, el viajero tiene derecho a que se le pierda el equipaje. Uno se pregunta por el lugar al que van a parar tantas maletas extraviadas. Puede que incluso exista un país de las maletas donde hasta los políticos sean maleteros; pero entonces se perderían absolutamente todas las maletas del mundo.

Lo del extravío de equipajes en los aeropuertos es un verdadero misterio. Aquí Sherlock Holmes se volvería majara del todo. Hay viajeros que no se explican cómo, si ellos vuelan a Nueva York, su equipaje aparece en la península de Kamchatka. En estos casos lo mejor es coger el tren o el autobús, aunque no se vaya a Nueva York. Total, ¿para qué quiere uno ir tan lejos si al final se le pierde la maleta? Lo mejor es el AVE, ya que se le puede echar un ojo constante a la maleta, aunque vaya encajada en el techo. El autobús no tanto, pues el equipaje va metido en la panza y, cada vez que para en un pueblo, es de rigor mirar por la ventanilla, no sea que algún espabilado levante el bulto que no le corresponde. Así que, quien quiera disfrutar de un viaje sin sobresaltos maleteros, cualquier cosa menos el avión, donde encima le hacen pagar a uno por las maletas que ha de perder. Y además no para en ninguna tasca del camino para tomar un piscolabis.


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domingo, 21 de marzo de 2010


La España paupérrima

Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN

Los medios de comunicación destacan que el 30% de los españoles se quedan sin comer en la última semana del mes debido a que sus escasos ingresos no les alcanza ni para los artículos de primera necesidad. A este 30% hay que añadir otro casi 20% que vive muy por debajo del umbral de la pobreza y no percibe ingresos de clase alguna. Es decir, que media España es paupérrima o más que pobre. La otra media, la que sí puede vivir o ir tirando, es la que tiene que soportar la carga de los impuestos, aunque el IVA lo soporten hasta los pobres. Si ahora hay tanta gente que no puede llegar a fin de mes, cuando suba el IVA y con él los precios, ¿cómo se las ingeniará el 50% de España para malvivir peor de lo que lo hace actualmente?

Los comedores sociales y las cocinas económicas no pueden atender las cada día más infladas filas de quienes padecen hambre y no tienen un céntimo para pan. Las caritativas instituciones que intentan proveer de alimentos a tantos necesitados se las ven y se las desean para realizar el cotidiano milagro de la multiplicación del pan, aunque esté duro, y de la sopa, aunque esté aguachinada como la de una vieja, que bien sienta en épocas álgidas. Al refranero español se le olvidó precisamente incluir este refrán: “Sopa de vieja no alimenta, pero calienta”.

Aún más paupérrimos son aquéllos que carecen de un techo y se obligan a dormir en los bancos de la calle, en los soportales, en los recintos bancarios de los cajeros automáticos… Los que pueden considerarse más privilegiados, centenares de ellos, hallan cobijo en las salas de espera de los aeropuertos, bien repanchigados sobre los bancos o acurrucados, espalda a la pared o recostados en el suelo, en las zonas de tránsito menos aireadas. Desde los años de la posguerra no se ha visto semejante miseria. ¿Es que no existe una partida en el presupuesto nacional para socorrer a nuestros compatriotas de la España paupérrima?

(Artículo de contraportada de los semanarios de Publicaciones del Sur)

viernes, 12 de marzo de 2010


El paro solidario


Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN


La Junta de Andalucía afirma a través de su consejero de economía que muchas de las personas apuntadas al paro en Andalucía lo están “por solidaridad”. Esto del paro por solidaridad lo explica el vocero de la Junta en estos términos: “cuando un hombre se apunta al paro, su mujer y sus hijos se apuntan con él”. Y esa es la razón por la que, a su juicio, el paro en Andalucía roza el 30%. ¿Significa esto que, puesto que en una familia se apuntan dos o tres al paro, en realidad el paro en Andalucía es de solo el 15% y hasta del 10%? Algo de eso es lo que deducimos que da a entender la eminencia económica.

Según derivamos de las cavilaciones del consejero de la Junta, la disparatada crisis económica que atravesamos, y que atraviesa toda Europa y todo el mundo, en modo alguno puede generar un 30% de paro en Andalucía, por muy hundido que esté el mercado laboral. No señor. El paro no es tan alarmante (no lo será para los que se sientan en los despachos de la Junta y no salen a ver cómo está el panorama real). Lo que ocurre es que el resto de la familia del parado se acerca a la oficina de empleo (o de desempleo) y se apunta sin más en la kilométrica lista del paro “por solidaridad” con el cabeza de la casa, es decir, para que el hombre no se sienta tan solo y así la pena compartida disminuye de tamaño. Pero la pena sigue siendo más grande que lo que hay bajo muchos sombreros.

¿Ha pensado el señor consejero que hoy día, para poder pagar la elevada hipoteca de una casa y mantener una familia y costear los estudios de los hijos, se precisan al menos dos y hasta tres sueldos? ¿Ignora el señor consejero que el sueldo de un obrero no alcanza ni al tobillo de un alto funcionario? Por esa razón en una casa deben trabajar todos o casi todos; y, si alguno se queda sin trabajo, lo razonable es que se apunte al paro por necesidad y no por solidaridad.

(Artículo de contraportada de los semanarios de Publicaciones del Sur)