domingo, 20 de junio de 2010


¿Se rompe Europa?


Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN


Analistas históricos y políticos estiman que la victoria que en las pasadas elecciones han conseguido los separatistas belgas, partidarios de la independencia de Flandes, desembocará en la escisión de Bélgica como nación. Consideran que, si Bélgica, que es el corazón de la UE, se divide, por lógica se dividiría Europa. Y una Europa dividida significa una Europa rota. En estas circunstancias ya no tendría razón de ser la Unión Europea. Por lo tanto, según los analistas, la UE actual, de llevarse el asunto al extremo pesimista, estaría condenada a disolverse, y con ella la moneda euro. El disparo ya se ha dado, dicen; tan solo es cuestión de tiempo el que el proyectil alcance su destino.

Esto puede sonar fuerte, pero tales son las temidas consecuencias que podrían derivarse del resultado de las precipitadas elecciones belgas; todo ello, a pesar de que a partir del próximo 1 de julio le toca a Bélgica presidir la UE, que no cabe duda de que ejercerá una presidencia eficaz, dentro de las posibilidades que permite la catastrófica situación económica europea.

No obstante, otros analistas, aunque con reservas, infunden algún optimismo al afirmar que la división de Bélgica no afectará ni a la Unión Europea ni al euro. A lo sumo se remodelarían los estatutos constitucionales y la nueva nación separada de Bélgica entraría a formar parte de la Comunidad. Lo que sí es cierto es que los separatismos no son recomendables en modo alguno para una Europa que soporta probablemente la crisis más severa de la historia. En estos arduos tiempos lo que más necesita Europa es precisamente unidad para enfrentarse con éxito a las serias dificultades que le llueven de todas partes. Aquí es donde aplica de lleno el popular dicho que reza que “la unión hace la fuerza”. Pero si los miembros de la Comunidad promueven separatismos, difícilmente podrá existir una Unión Europea.

(Artículo de contraportada de los semanarios de Publicaciones del Sur)

domingo, 6 de junio de 2010


¿Guerra a la vista?


Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN


Se cree que el mundo está dirigido y controlado por cuatro poderes: el militar, el político-social, el religioso y el comercial. Sin embargo, existe un quinto poder que tiene la habilidad de pasar inadvertido cuando le conviene y que domina y controla a todos los demás: el poder financiero. Sin éste no pueden moverse los otros. El poder financiero está por encima de todos ellos y aun por encima de las democracias, que son formas de gobierno de apariencia popular manejadas entre bastidores por quienes aportan los medios económicos para sostener cualquier poder, sea político, militar, religioso o comercial. Patente es que el poder sometido al yugo financiero también ha de someterse al yuguero, a semejanza de los bueyes uncidos por el labrador.

La crisis mundial que atravesamos está indudablemente provocada por el poder financiero. Al magnate de las finanzas no le interesa que el pueblo maneje demasiado dinero y se vuelva cada vez más exigente. Para levantar un edificio donde hay uno viejo es preciso derribar este último. Para conseguir pueblos sumisos, necesario es que los demasiado independientes sufran calamidades económicas y laborales. Cuando el paro se generalice y el ciudadano se vea en auténtica penuria, aceptará trabajar, en detrimento de sus derechos, por cualquier mísero salario.

Es el nuevo orden global que el poder financiero quiere establecer por medio de influir en los poderes gubernamentales. Por esa razón también se alientan las guerras. Ha de gastarse el material bélico existente, ya obsoleto, y probar el nuevo, para poder fabricar más y con mayores beneficios. No extraña que Israel ande entrenándose estos días para una probable e inminente contienda. ¿Contra Irán y Corea del Norte, de la mano del gigante americano? Nunca se rompe el saco de la avaricia del poder financiero.

(Artículo de contraportada de los semanarios de Publicaciones del Sur)

sábado, 5 de junio de 2010


Alimentos transgénicos



Por JESUS ANTONIO SAN MARTIN



Si a un individuo le transfunden genes de cualquier bicho, imagínense ustedes lo que puede salir de ahí. Pues eso son los alimentos transgénicos: hasta ahora, productos del campo a los que se les han transfundido genes de otros productos camperos. En este nuevo jugar a los dioses para producir un agrícola Frankenstein se trastoca la secuencia del ADN de las plantas y las semillas para intentar producir un alimento que hipotéticamente supere en calidad al que da la propia naturaleza, como si lo natural estuviera mal diseñado.

Hasta ahora son cincuenta los productos transgénicos que se intentan colocar en el mercado; eso sí, a precios astronómicos y sin especificar nada en las etiquetas de los envases para que el consumidor no se alarme. Por su carestía, más parece que tales insulsos bocados se hayan criado en Marte. Pero esto del precio se comprende perfectamente: detrás de todo el tinglado andan las más poderosas multinacionales del planeta, apoyadas por los gobiernos que ponen el cazo. Aquí lo que importa es ganar dinero a costa de los que no tenemos más remedio que comer para procurar vivir sanos, que lo vamos a tener cada vez más difícil con la basura de lo transgénico.

A los aprendices de dioses les encanta meter el corvejón en la probeta y andarse en pruebas a siniestro, que no a diestro, a ver si el santo sale con barbas o sin ellas. Al final les ocurrirá como a la madame de la cantinela, que “en pruebas se le fue el virgo Juana”. Ya en otros tiempos unos aprendices de dioses se pusieron a mezclar venenos para despiojar las plantas y por poco se cargan la naturaleza entera con el mortífero DDT. Pero peor lo hicieron los que se partieron el coco inventando la “talidomida” y casi dejan el arte sin pianistas. Y ahora en España se prueba la transgenia con el maíz. Será cuestión de despedirse de la gallina en pepitoria.

(Artículo de contraportada de los semanarios de Publicaciones del Sur)